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8097026471
abril 05, 2019
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EDITORIAL
El movimiento obrero dominicano ha dado saltos y retrocesos. Es una historia de dificultades que van desde lucha abierta en las calles, hasta el economicismo burocrático.
Hoy parece haber un despertar del sindicalismo, y surgen nuevas esperanzas para la clase obrera.
El grave pecado del sindicalismo de hace unos años, es que se convirtió en apéndice de partidos políticos, sobre todo grupos de izquierda, y en medio de la lucha social se olvidaron de reivindicaciones.
Por suerte el amarillismo no ha sido uno de los factores fundamentales de un movimiento obrero que luce en estos momentos débiles, y que necesita dar un gran salto para salvar errores e inercias que lo colocan al borde del desastre.
Ese movimiento obrero no ha sido capaz de sentar a la mesa de conferencia a los patronos, para conseguir un salario mínimo, no hizo los esfuerzos necesarios para que el seguro social no se desmoronara.
En la etapa de los doce años el movimiento obrero dominicano era fuerte y poderoso. Chocaba de frente con el régimen y sus pronunciamientos eran vibrantes.
Que bueno que hoy hay una ola unitaria que está luchando para que se mantengan las conquistas de los obreros. El movimiento había estado dividido, razón por la cual es hora de aplaudir que florezca la unidad.
Con una sola consigna y unidos, dentro de sus diversidades sociales y hasta ideológicas, se puede conseguir mucho y se debe evitar que se imponga la voluntad del verdugo que lo único que le interesa es ganar, ganar.
La principal consigna de lucha debe ser las reivindicaciones salariales, el mantenimiento de las mínimas conquistas que están en ese maltrecho código de trabajo, seguridad social y viviendas para todos los trabajadores, y sobre todo niveles dignos de vida para toda la población.
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